martes, 25 de enero de 2011

La fe del converso

La fe del converso es la de aquel que ha cambiado de opinión por el motivo que sea y toma posiciones no solo totalmente contrarias a lo que antes pensaba, sino incluso extremas dentro de su nueva corriente.

La expresión viene de aquellos que renunciaban, de grado o forzados a su religión y debían demostrar que esta conversión era real y no mera fachada, por lo que se esforzaban especialmente en ello. En la España del siglo XV convivían, mejor o peor, tres religiones: cristianos, judíos y musulmanes; pero tras unificar territorialmente gran parte de la península, los Reyes católicos comenzaron la unificación religiosa. Esta unificación culminaría con la expulsión de los moriscos por parte de Felipe IV, pero empezó obligando a los judíos a convertirse al cristianismo para no ser expulsados de su reino.

Históricamente, esta medida hizo que muchos nuevos cristianos estuvieran muy interesados en que su conversión fuera creíble, por lo que dio lugar a esta frase, ya que eran exagerados en sus demostraciones de religiosidad para que fueran más verosímiles a su ver.

Hoy en día se dice que alguien tiene la fe del converso cuando, viniendo de una opinión, se muestra radical en su nuevas manifestaciones.

Cabe recordar que los casos de conversos, especialmente en religión, que han llegado a ser influyentes en su nuevo credo son muchos. En el cristianismo, tal vez el más recordado es san Pablo, cuya conversión se celebra en el santoral el 25 de enero y que pasó de perseguir a los cristianos a ser uno de sus líderes y creadores del cristianismo incipiente. Otro converso que llegó a Padre de la Iglesia fue Agustín de Hipona (san Agustín), convertido con más de 30 años.


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